Si Gisele Bündchen fuese una bruja, sería una bruja buena.
La supermodelo conjura sus poderes místicos (que tantos TikToks han inspirado) a las 7:30 de un viernes por la mañana en su “dormitorio” —una casita minimalista a la sombra de su imponente vivienda principal, ubicada en lo alto de la península costarricense de Nicoya y rodeada de tupidas palmeras—, donde sostiene un pájaro herido en sus manos.
Bündchen acababa de descubrir al petirrojo inmóvil en un sofá blanco de su terraza, un lugar de aterrizaje afortunado con vistas panorámicas a la playa. Desolada, alza el pájaro con una facilidad propia de princesa de Disney, teniendo cuidado de no dañar su garra destrozada.
“¿Estás bien?”, pregunta en un arrullo, suavizando su voz ronca hasta convertirla en un susurro. Acaricia su cabecita con su elegante dedo índice sin laca de uñas, haciendo, en sus propias palabras, “un poco de Reiki” —la práctica de medicina alternativa basada en transferir energía a través del tacto. Hace lo mismo constantemente con sus hijos, Benjamin Rein, de 13 años, y Vivian Lake, de 10.
“Tiene un poco de caca", afirma con su inconfundible acento. El petirrojo ha manchado uno de sus cojines inmaculados, pero ella, consumida por el destino de la criatura, no se inmuta. Más adelante se deshace de las manchas ella misma. Llama a Víctor, su conserje, con la esperanza de que se lo lleve a un santuario de animales cercano, y gotea agua en su pico sirviéndose de un portainciensos convertido en comedero improvisado para pájaros. “Me temo que si sigue así morirá", dice.
En ese preciso instante, el pájaro se estremece. “Quizá se disponga a volar”, susurra ella.
Bündchen explica que suele comunicarse con pájaros, ardillas y mariposas. Está rodeada de lo que califica como la “sinfonía de la naturaleza” de Costa Rica: sonidos de insectos, graznidos de papagayos y los rugidos leoninos de los famosos monos aulladores de la zona, que suenan más cercanos gracias a la cuarta pared completamente retráctil de su refugio. Así describe el esplendor que la rodea: “Un día me encontré con un colibrí junto al océano mientras sacaba a pasear a los perros…”.
De repente, el petirrojo bate las alas y se aleja de sus manos, elevándose sobre la cima de la colina. Nos quedamos atónitas. O su maltrecha patita se ha curado o Bündchen es de veras una bruja —“una bruja del amor”, concede.
“¡Es un augurio!", declara, con los ojos muy abiertos. Analizamos su rápida recuperación, buscando un significado, no sin cierto melodrama. Incluso abordamos sus heces. “¡Necesitaba descargarse”, añade, riéndose. Pero en este momento en particular de su vida, un pájaro herido volando libre no puede sino encarnar una metáfora de su propia existencia.
“No quiero que me limiten. Quiero desplegar mis alas y volar", me confesó en una de nuestras muchas conversaciones íntimas a lo largo de los dos días que pasé en su complejo.
Quitémonoslo de encima: cuando no está trabajando, la modelo de 42 años desprende energía de diosa mítica. La reina de la melena ondulada de playa fluye en su estado natural. Su piel sin maquillar posee un bronceado preternatural que recuerda a los polvos bronceadores Nars Laguna. Lleva un bikini bandeau marrón rojizo y unos vaqueros cortados de tiro alto. Durante todo el tiempo que paso con ella, solo lleva crop tops o bikinis, porque las camisetas y los apellidos son algo superfluo cuando se es Gisele. Su estatura sería intimidante de no ser por su energía ilimitada, como un Golden Retriever.
Como es sabido por la mayor parte de criaturas sensibles, Bündchen acaba de salir de una larga y productiva unión con el ex quarterback de la NFL Tom Brady —dios o paria, según prefieras. La superpareja formalizó su divorcio el pasado mes de octubre tras un goteo de titulares que entremezclaban el destino de su matrimonio con el de su carrera: en febrero de 2022 llegó la esperada retirada de Brady, de la que Bündchen parecía partidaria. 40 días después, su no-retirada. A continuación, su ausencia de 11 días del campo de entrenamiento de los Tampa Bay Buccaneers para abordar temas “personales”. Finalmente, se contrataron abogados y, tras un llamativo pero breve proceso de divorcio, lo esperable: dos comunicados prácticamente idénticos en los que prometían una crianza conjunta amistosa y expresaban gratitud por los años compartidos. Para cuando Brady se volvió a retirar en febrero, la pareja ya se había “desemparejado de manera consciente”.
Su unión resplandeciente parecía perfecta para un baile de graduación: desfilaron en 11 ocasiones por la alfombra roja de la Met Gala (en una de las más célebres, a juego y de Versace), se abrazaron en medio del alboroto en sus victorias en la Super Bowl, se besaron al atardecer en esta misma casa, donde también celebraron su segunda boda en 2009, tras una ceremonia católica en Santa Monica, después de la cual Brady cocinó unos chuletones a la parrilla para cenar. Así que la proporción de su separación estuvo a la altura de las de Jolie y Pitt o Pitt y Aniston. El frenesí por parte de los medios fue en parte proyección parasocial, en parte discurso de género: Si “Gisele y Tom” no pudieron conseguirlo, ¿qué sería del resto de nosotros? ¿Pueden dos alfas en la cima de sus carreras convivir en un matrimonio? ¿Debe la mujer en una pareja cishetero —sin importar cuán exitosa sea— asumir siempre la mayor parte de la crianza? O puede que fuese schadenfreude.
Han pasado unos dos meses y medio desde el anuncio del divorcio cuando me recoge en mi hotel de Costa Rica subida a un todoterreno enfundada en un sujetador deportivo gris topo, unos pantalones cortos a juego y chanclas Rainbow. Lleva un pañuelo de lino azul y blanco alrededor de la cara y de la cabeza, no para proteger su intimidad (los lugareños la tratan como a una más, no así los turistas), sino para combatir las nubes de polvo que se levantan en las carreteras sin asfaltar. Me ofrece un pañuelo a juego y aceleramos en pendiente.
Apenas han pasado dos meses y medio después de 13 años, y las emociones de Bündchen siguen aún a flor de piel. “Es como una muerte y un resurgimiento”, me dice. Está sentada con las piernas cruzadas en el salón de la casa principal, un templo al aire libre en el cielo que bien podría ser el vestíbulo de Amanyara. El complejo cerrado, que incluye una pista de pickleball, una palapa para practicar yoga y un espacio para las gallinas donde la familia consigue sus huevos y recicla sus desechos, da a una elegante piscina y, más allá, a un océano infinito.
Perder a una pareja por un divorcio suele compararse con una muerte. Bündchen está de luto por “la muerte de mi sueño”, cuenta. “Es duro porque te imaginabas que tu vida iba a ser de una determinada manera e hiciste todo lo que pudiste, ¿sabes?”. En ese instante, se le quiebra la voz. Se disculpa y se lleva las yemas de los dedos a los ojos, que están rojos y llorosos. Tras varias inhalaciones y exhalaciones de yoga, Bündchen prosigue: "De niña creía en los cuentos de hadas. Creo que es hermoso creer en eso. Lo que quiero decir es que estoy muy agradecida de haberlo hecho".
"Das todo lo que tienes para conseguir tu sueño. Das el cien por cien de ti misma, y es desgarrador cuando no acaba siendo aquello que esperabas y por lo que trabajaste, pero lo único que puedes hacer es cumplir con tu parte”, añade.
Las aportaciones conyugales de Bündchen han sido de sobra documentadas: durante la mayor parte de su relación con Brady, la mujer que fue durante mucho tiempo la modelo mejor pagada del mundo redujo su carrera para favorecer la de él. En 2015 dejó de pisar la pasarela y unos años después se mudó de Boston, el que fuera su hogar durante mucho tiempo, a Florida. "Cuando nos mudamos a Tampa, nunca antes había estado allí. Simplemente llegué y esa era mi vida", me cuenta Bündchen.
La decisión inicial de concentrar su considerable energía en ser esposa y madre fue enteramente de Bündchen. "Cuando conocí a Tom, tenía 26 años y quería formar una familia. Me sentía muy preparada", dice. Llevaba trabajando hasta 350 días al año sin descanso desde que, a los 13 años, la descubrieron en un centro comercial de São Paulo. En diciembre de 2006, un año después de romper con Leonardo DiCaprio, Bündchen y Brady tuvieron una "cita a ciegas" organizada por su amigo Ed Razek, antiguo director de marketing de la empresa matriz de Victoria's Secret y muy criticado ideólogo de sus ángeles. En cuanto Bündchen vio a Brady en la vinoteca Turks & Frogs del West Village, "lo supe enseguida", declaró a esta misma revista en 2009.
En plena fase de luna de miel y un día antes de que se hiciera pública la noticia, Brady informó a Bündchen de que su ex novia, la actriz Bridget Moynahan, estaba embarazada. Algunas (posiblemente muchas) mujeres habrían salido corriendo. Bündchen, de hecho, se planteó la retirada. Visto con perspectiva, fue "una situación difícil para todos nosotros", admite. Pero en lugar de eso, cuando en 2007 nació Jack, el hijo de Brady y Moynahan, lo acogió como a un "hijo de regalo".
Jack, que ahora tiene 15 años, aceleró los planes de Bündchen y Brady de formar una familia: "Jack llegó a nuestras vidas y me sentí tan bendecida que despertó en mí el deseo de ser madre. Siempre he soñado con ser madre, pero creo que sucedió un poco más rápido de lo que pensaba, porque ahora tengo a este precioso angelito al que puedo cuidar y querer". En 2009 y 2012, respectivamente, Benjamin y Vivian nacieron en Boston tras un parto en el agua (a lo que Brady se opuso en un principio, pero ella insistió). "Ellos eran mi mundo", dice Bündchen. “¿Sabes lo agradecida que estoy de haber dispuesto de ese tiempo para mí? Amamanté a mis hijos hasta que tuvieron casi dos años. Los llevaba al colegio todos los días. Les preparaba el desayuno, la comida... Estuve allí”.
Pero Bündchen nunca fue la típica mujer florero. Incluso tras dirigirse a "The Valley" ("El Valle"), el apropiado apelativo con el que se refiere a la fase de su carrera dominada por las maternidad, los millones que recibía por su trabajo como modelo (gracias a contratos con Pantene, Dior y Chanel, entre otros) supuestamente superaron el salario de Brady en la NFL durante la mayor parte de su matrimonio [Se rumorea que su nuevo contrato con Fox Sports asciende a 375 millones de dólares]. En su búsqueda de negocios extracurriculares, Brady y, en menor medida, Bündchen rodaron anuncios para —e invirtieron millones en— la colapsada bolsa de criptomonedas de Sam Bankman-Fried, FTX, donde Bündchen asumió el título de jefa de iniciativas medioambientales y sociales. "Me pilló por sorpresa. No soy diferente de todos los demás que confiaron en el despliegue publicitario", reconoce. Dice que no puede hablar de detalles concretos por motivos legales, pero afirma que había creído que FTX era "algo sólido y genial basándome en lo que me contaron mis asesores financieros".
"Es, sencillamente... terrible", añade Bündchen. "Siento mucho que esto haya sucedido por todos nosotros y únicamente rezo para que se haga justicia".
A pesar de su poder adquisitivo, Bündchen concluyó que su trabajo era más flexible que el de Brady. Al igual que tantas otras mujeres y madres, cedió una parte de sí misma: "Quise construir la mejor relación posible con Tom, Jack y nuestros hijos", escribía en sus memorias publicadas en 2018, Lessons: My Path to a Meaningful Life."También soy una mediadora a la que le gusta hacer que todo sea mejor, más fácil y más armonioso para las personas que quiero".
Durante mucho tiempo, aquel fue el modus operandi de Bündchen, según me cuenta ahora, frente a dos cocos recién cosechados y pinchados con pajitas de metal (los suyos prácticamente intactos) sobre la mesa. A medida que sus hijos crecían, sus aspiraciones aumentaban: “Vivi, mi niña, tiene 10 años y es muy independiente. Tengo sueños, tengo mis propios sueños”, aclara. Quiere que sus hijos la vean perseguirlos: "Quieres mostrarles que, en la vida, tienes que hallar la verdadera plenitud, no vivir algo que no eres".
Brady siguió coleccionando anillos de campeón, incluso cuando se convirtió prácticamente en un jugador geriátrico del fútbol americano profesional. En 2020, especialmente después de que Brady se cambiara al Tampa, el asunto pareció crecer como una bola de nieve: "Mi esposa ha sido el sostén de la casa durante mucho tiempo, y creo que hay cosas que quiere conseguir", confesó Brady en su podcast Let's Go! en octubre de 2021. Esa misma época, en un vídeo de YouTube en el que respondía a preguntas de los fans, entre ellas si podría jugar hasta los 50 años, se cachondeó su compañero Rob Gronkowski, añadiendo: "¿Dejará Gisele que Tom juegue hasta los 50?".
Con la ruptura oficial de su matrimonio el pasado año, los medios y el público dieron por hecho el orden cronológico y sus causas: es decir, que el matrimonio se acabó después de que Brady diese marcha atrás en su decisión de retirarse. Pero como Bündchen dice ahora, los matrimonios no se construyen ni rompen de un día para otro: “Eso tarda años en suceder”.
Los titulares presentaron a Bündchen como una arpía en el banquillo, y la teoría predominante se basó en un supuesto ultimátum: si su carrera continuaba, su matrimonio no podría hacerlo. El único problema es que, según ella, “eso nunca ocurrió”. Ella califica esas explicaciones como "muy hirientes" y "lo más loco que jamás escuché".
"Escucha, siempre le he animado, y seguiría haciéndolo siempre", insiste Bündchen, con la voz embargada por la emoción. "Si hay una persona que quiero que sea la más feliz del mundo, es él, créeme. Quiero que triunfe. Quiero que todos sus sueños se hagan realidad. Eso es lo que quiero, de verdad, de corazón".
Bündchen había estado omnipresente en los partidos de Brady, acompañada por Jack, Benjamin y Vivian. Pero los tabloides "me convirtieron en alguien en contra del fútbol", dice refiriéndose a aquellos titulares. "¿Estás de coña? ¡Lo aprendí todo! Solía bromear diciendo que iba a poder arbitrar de tantos partidos que he visto. Y me encantaba". La conspiración de guiños a los poderes mágicos de Bündchen se intensificó cuando Brady divulgó en 2019 que Bündchen le construía altares antes de los partidos y le regalaba "piedras curativas" especiales". Ella confirma que preparaba baños florales homeopáticos para Brady —"siempre que pasaba por momentos difíciles, ya sabes, él tiene mucha intensidad, para ayudarle a calmar los nervios"— y le regaló ónix, "una piedra protectora", y una estatua de Ganesha, la deidad hindú que elimina los obstáculos.
Cuando le pregunto si hubo reportajes sobre su separación que simplemente eran mentira, me responde rotundamente: “Todo”.
“Como que renunciaría a mi sueño por…", la voz de Bündchen se apaga.
“¿Una temporada más?", pregunto, tratando de rellenar el hueco.
“Vaya, la gente lo convirtió en eso. Lo que se ha estado diciendo es una pieza de un puzzle mucho más grande", asegura. “No es tan blanco y negro”, puntualiza después. Bündchen también descarta los rumores digitales que afirman la política (es decir, la gorra de MAGA [en apoyo a Trump] vista en el armario de Brady en 2015) abrió una brecha. "Jamás", me dice.
No creo que ni ella ni nadie pueda resumir en un par de frases el desmoronamiento de un matrimonio de 13 años de duración con una relativa desconocida mientras toma agua fresca de coco. Lo que sí señala Bündchen es un distanciamiento gradual entre ella y Brady, anterior a la saga de la retirada del año pasado: "A veces crecemos juntos, a veces nos distanciamos", dice. "Nos conocimos cuando yo tenía 26 años y él 29, queríamos una familia, queríamos cosas juntos. Con el tiempo, nos dimos cuenta de que queríamos cosas distintas, y ahora tenemos que tomar una decisión. Eso no significa que no quieras a esa persona. Solo significa que para ser auténtico y vivir de veras la vida que quieres vivir, tienes que tener a alguien con quien puedas llegar a un acuerdo, ¿no? Es un baile. Es un equilibrio".
“Cuando amas a alguien, no lo metes en una cárcel y le dices: 'Esta es la vida que tienes que vivir'; lo liberas para que sea quien es, y si tú quieres volar en la misma dirección, eso es increíble".
La vida que Bündchen quiere llevar (la pura vida, o la vida sencilla desde el punto de vista costarricense) estaría, en el mejor de los casos, instalada en Costa Rica a tiempo completo. “Mi sueño era criar a mis hijos aquí. No he podido estar aquí tanto como me hubiese gustado, pero ahora los traigo más a menudo”. Ambos reciben parte de su educación en casa. Los viernes por la noche, preparan pizzas sin gluten en su horno exterior y luego caminan en círculos alrededor de la hoguera sujetando palos y compartiendo historias. El tema de una de las últimas veladas fue el coraje. Bündchen juega al pickleball con Benjamin ("Benny") y, cada dos días, monta a caballo por el campo junto a Vivi a lomos de ejemplares con nombres como Pinta y Alcancía. Me uno a ellos en su paseo vespertino por la playa, avanzando torpemente por arroyos embarrados, esquivando palmeras colgantes y persiguiendo la puesta de sol para que Vivi pueda galopar por la orilla. "Sería perfectamente feliz sin ir a ninguna otra ciudad", dice Bündchen.
Bündchen está construyendo una pequeña casa en la montaña que funciona con energía solar (su casita es un ensayo) donde espera cultivar todos sus alimentos. Está pensando en abrir un centro de bienestar en las inmediaciones, algo que no dista mucho de la manera en que introduce a sus seres queridos en los zumos o los retiros en silencio desde hace tiempo. “Quiero hacer cosas que crea que son una extensión de mí. Ser modelo en realidad no lo es… es ser una actriz de cine mudo”. En este momento de su vida, "no quiero ser un personaje de la película de nadie. Y cuando lo soy, ya no me siento tan cómoda", explica.
Miami será la "localización principal" de esta familia moderna de ahora en adelante. Bündchen ha encontrado una casa frente al mar en Surfside (se encuentra meditando entre obras interminables), donde los niños podrán estar cerca de la mansión de casi 16 millones de euros de Brady en el exclusivo Indian Creek, entre cuyos vecinos se incluyen Ivanka Trump y Jared Kushner. Aún no se ha cruzado con ninguno de los dos. “Miami me viene bien porque está literalmente a un vuelo directo de Brasil. Voy a ir más a Brasil”, donde aún viven sus padres y sus cinco hermanas, incluida su melliza Patricia. Bündchen habla a menudo en portugués con Benny y Vivi, esforzándose por mantenerlos cerca de sus raíces.
Los quince años que lleva criando a Jack junto a Moynahan le ayudan a entender cómo gestionar la custodia con Brady y el tiempo que pasan los tres hermanos juntos: "Le digo a Bridget... ya sabes, tengo una relación estupenda con ella..." Bündchen hace una pausa y luego declara: "Todo en la vida lleva su trabajo. Tienes que pasar por la montaña rusa. Hay momentos en los que llegas a los puntos más difíciles y tienes que superarlos".
Le pregunto, un tanto retóricamente, si tuvo una gran relación con Moynahan desde siempre. "¡No!", me espeta. Las dos no se conocieron hasta más de un año después del nacimiento de Jack, pero acabaron llegando al punto de pasar tiempo los tres juntos en un parque de Nueva York, donde reside Moynahan. Al conocerse, se abrazaron en las calles de Boston. "El amor lo conquista todo", dice Bündchen, refiriéndose a su experiencia con Jack y su madre. “Mi vida se enriqueció un montón porque pude aprender mucho de aquello”. La lección principal: "No vale la pena pelearse por nada".
Con respecto a Moynahan, “mi objetivo partió siempre de preguntarme cómo podría ser de más ayuda y cómo hacerlo lo más fácil posible”, reflexiona. Me puse en su lugar y pensé: '¿Cómo puedo apoyarla?'. Porque, al fin y al cabo, las dos somos jugadoras del equipo '¿Cómo hacer para que [Jack] tenga la mejor vida?"
Y por eso se esfuerza en mantener una relación amistosa con su ex, incluso cuando las filtraciones de la prensa rosa sacuden su aplomo. "No jugamos el uno contra el otro", insiste Bündchen. "Somos un equipo y eso es precioso. Echo la vista atrás y no me arrepiento de nada. Me ha encantado absolutamente todo".
De hecho, Bündchen, su hijo y su hija siguieron animando a Brady hasta el que resultó ser su último partido (en caso de confirmarse su segunda retirada) en la primera ronda especial de los playoffs de la NFL, unos días antes de conocernos. Los Dallas Cowboys se impusieron a los Bucs en una de las peores actuaciones de Brady en la postemporada, pero Bündchen no quiso sumarse a la polémica: "Fue duro, pero ¿sabes qué? Seamos sinceros. Creo que lo hizo muy bien considerando las circunstancias. Quiero decir, carecía de línea ofensiva".
La familia al completo está en estado de gracia, y Jack sigue siendo su hijo de regalo. “Lo quiero muchísimo", dice refiriéndose a Jack, que está “quarterbackeando”—un verbo muy de la casa—y aspira a seguir los pasos en el alma mater de su padre, la Universidad de Michigan. Benny, que alterna el pasar su tiempo libre con los amigos con estudiar para un examen de matemáticas, prefiere dibujar en su iPad y los deportes no relacionados con el béisbol, como el surf y el esquí (la presión atlética de ser el hijo de Brady le hizo ser víctima del acoso escolar en Boston tras un partido de béisbol en particular). Vivi es una aspirante a amazona enfundada en tie-dye cuyo parecido con Bündchen es tan asombroso que puede desbloquear el reconocimiento facial del móvil de su madre.
Juntos, Bündchen, Benny y Vivi se han lanzado al jui-jitsu —"A Jack también le encanta, pero no lo hace tanto porque no pasa tanto tiempo con nosotros"— y practican el arte marcial bajo la tutela de Pedro, Gui y Joaquim Valente, los hermanos brasileños afincados en Miami. Tan devota es la familia que tienen una habitación entera dedicada a la disciplina y sus profesores viajan con ellos en períodos de cuatro o cinco días.
“Todos son como senseis", concluye al hablar de los valores del “increíble” trío, que aúnan mente, cuerpo y espíritu. Siendo Jack y Benny ya adolescentes, Bündchen se preguntó: "¿Cómo puedo ayudarles a tener una persona con una gran integridad y que pueda enseñarles valores?". A lo largo de siete años en Boston, Bündchen (una devota de Bruce Lee apodada "Giselee" por Brady), practicó el kung fu, la lucha con palos y espadas, incluso durante su noveno mes de embarazo.
Bündchen y los niños encontraron una comunidad en la academia de los hermanos Valente: “Son gente increíble, han creado un espacio seguro". Pedro, el mayor, es el "filósofo", mientras que Gui es "sereno y tranquilo". Luego está el menor, Joaquim, que enseña a Bündchen y a sus hijos. Ha sido fotografiado cenando con ellos en Koji's, un restaurante cercano, haciendo footing —y compartiendo unos AirPods— con Bündchen, así como montando a caballo con ella y un grupo de niños. En un Reel de Instagram que publicó el año pasado, y que desde entonces ha sido visto más de 9 millones de veces, puede verse a Bündchen con un gi blanco, golpeando, haciendo llaves de cabeza y, en general, imponiéndose a uno de los hermanos Valente en nombre del jiu-jitsu.
Bündchen rehúye despreocupadamente los rumores sobre que ella y Joaquim están juntos: "Creo que en este momento, por desgracia, al estar divorciada, no me cabe duda de que van a tratar de relacionarme con cualquiera", dice al abordar las noticias de los tabloides, antes de pasar a elogiar enérgicamente a Joaquim y a sus hermanos. “Me siento muy agradecida de haberlos conocido a todos porque no solo me han ayudado a mí y a mis hijos, sino que se han convertido en grandes amigos, en especial Joaquim. Él es nuestro profesor y, lo que es más importante, una persona a la que admiro y en quien confío. Es muy positivo tener ese tipo de energía y que rodee a mis hijos”.
Semanas después de marcharme de Costa Rica, el Daily Mail saca una nueva “exclusiva” relacionando a Bündchen con el promotor inmobiliario Jeffrey Soffer, amigo de Brady y también habitante de Indian Creek (además de exmarido de Elle Macpherson). Al contactar con Bündchen por teléfono mientras la noticia se propaga en Internet, me la encuentro desolada. Había pasado el día anterior en las montañas y sin cobertura en el móvil para descubrir a su regreso lo que califica de noticia "absurda". "No tengo ningún tipo de relación con él", dice sobre Soffer, añadiendo que no le ha visto en más de seis meses. "Es amigo de Tom, no mío". Le digo a Bündchen que yo misma me había cuestionado si saldría con alguien tan cercano a Brady. “No saldría con su amigo. No estaría con este tío”. Casi puedo oír su mueca. “Vamos a ver, por favor”, añade. Le molestaba especialmente que se insinuara que salió con Soffer, un multimillonario de 55 años, como si fuera una estrategia: "Decían que estoy con este tío, que es mayor, porque tiene dinero... es ridículo".
Bündchen y una de sus hermanas (la primera en enseñarle la noticia ofensiva) sospechan que el rumor ha sido una invención. "¿A quién le beneficia esto? ¿Por qué se inventaría alguien algo así? Solo hay un motivo: quieren hacerme parecer algo que no soy", cavila.
Lo que realmente rompe a Bündchen, llevándola de nuevo al borde de las lágrimas, no es solo su sospecha de que "la gente haya estado creando historias falsas sobre mí desde el comienzo del divorcio", sino "el odio" que tras esa supuesta campaña. "No resulta fácil ver que se están creando mentiras sobre una misma todo el tiempo". Duda entre pronunciarse más públicamente y decidir "tomar el camino correcto" por el bien de sus hijos. "Soy una chica sencilla que quiere estar en la naturaleza, dejadme en paz. Solo quiero hacer mi trabajo y criar a mis hijos en paz".
Y eso es lo que, por lo demás, ha estado haciendo en su refugio privado. En su salón sin paredes, Bündchen y Vivi satisfacen mi petición de recibir una mini lección de defensa personal. Si un agresor se me acercara de frente, "levanta el pie y dale una patada con el talón", aconseja Vivi con suma seriedad, apuntando preferiblemente a la rodilla del agresor.
“¡Bang!” demuestra Bündchen a cámara lenta.
“Una chica pudo con un tipo grande dándole tres patadas. Joaquim me lo dijo", añade Vivi.
El dúo madre-hija se enciende rápidamente. "¿Vivi, qué harás si vengo y te agarro?", grita Bündchen, haciendo el papel de un bestia que agarra a la chica por detrás. "Haría esto", dice Vivi mientras se lanza hacia delante y agarra a su madre por los tobillos (las dos son una maraña de extremidades ágiles, con los mismos pies de dedos largos), expresando con mímica cómo desequilibraría a su madre y la tiraría de espaldas al suelo. Estoy convencido de que Vivi podría desestabilizar a un hombre adulto.
Bündchen me informa de que se puede romper una nariz con la parte exterior de la palma de la mano, pero la meta es no tener que hacerlo. “¿Qué es lo que dice Joachim?", le pregunta a Vivi antes de responderse a sí misma: “No entres en conflicto”.
Le digo que el jiu-jitsu parece ser un aprendizaje muy empoderante para las mujeres.
“Ni te lo imaginas”.
A las 5:30 de la mañana siguiente, Bündchen —y Alfie y Onyx, dos de sus seis perros adoptados— caminan hacia mí en la playa bajo su casa. Hay un etéreo resplandor rosáceo en el horizonte, y la orilla completamente vacía se extiende ante nosotras como una lámina de cristal especular. Se parece un poco a la versión cinematográfica del más allá. "Vivimos en el cielo o en el infierno", dice Bündchen, moviendo la cabeza con complicidad. "Es, en gran medida, una elección".
Este es el ritual diario de Bündchen, que viene aquí a recargar las pilas antes de que se despierten los niños. Lleva despierta desde las 4:30 de la mañana, momento en que se levanta con la alarma "zen" de su teléfono, medita y luego reproduce una oración a Devi de 21 minutos mientras adopta diversas asanas [posturas de yoga]. “La verdad es que me gusta saludar al sol y despedirme de él todos los días”.
Hay muchas cosas que quiere llevar a cabo en su próximo capítulo. “Te diré una divertida. Uno de mis sueños es el de interpretar a una superheroína”, me confiesa.
Me había preparado para preguntarle si quería actuar en esta fase 2.0, citando su memorable cameo en El diablo viste de Prada."A ver, imagínatelo... estuve ahí como un par horas y ¿con quién comparto escena? Con Meryl Streep, Emily Blunt y... ¡Anne Hathaway!".
Pero no, aclara que no quiere actuar: "Solo quiero interpretar a una superheroína", dice con su risa ronca. Tal vez a She-Ra, la Princesa del Poder, la todopoderosa superheroína que blandía espadas y montaba unicornios grabada a fuego en los corazones de los niños ochenteros de todo el mundo. Se sintió inspirada cuando llevó a sus hijos a ver Wonder Woman: “¿Puedo demostrarme a mí misma que nosotras, como mujeres, podemos ser así de fuertes? ¿Por qué no? En la moda, la gente solía bromear conmigo diciendo que yo era la Spice deportiva porque siempre era la que se estaba por ahí colgada y saltando a la comba”. También hay un motivo oculto: "Para ser sincera, quiero que mi hija piense que soy guay".
Sus hijos siguen en gran medida ajenos a su legado. En su Brasil natal, cuando “todo el mundo me para por la calle, se quedan en plan 'Mamá, ¿por qué hacen eso?. No se molesta en enseñarles las viejas portadas de revistas en las que aparece. Las últimas novedades son que protagoniza la nueva campaña de la colección cápsula de la artista contemporánea Yayoi Kusama para Louis Vuitton rodada por Steven Meisel, su colaborador habitual. Sus compañeras de reparto son una mezcla de nuevas y viejas glorias, entre ellas Christy Turlington, Liya Kebede, Devon Aoki, Bella Hadid y Karlie Kloss. Bündchen dice no conocer a las It girls de hoy, a las Kendalls y Haileys: "Viví 13 años en Boston", puntualiza.
Recargar su faceta de modelo significa que se vienen muchos más “grandes hitos de la moda”, apunta Anne Nelson, su agente desde hace muchos años. “El mundo es suyo”, asegura, añadiendo que Bündchen ha pensado en crear una línea de ropa deportiva que refleje su estética minimalista. Además, Nelson ha recibido “un millón de peticiones para que desfile en París. Siguen preguntando, por si acaso cambia de opinión”. En palabras de Bündchen, “nunca digo nunca porque mi única certeza en la vida es el cambio”.
El estatus de Bündchen perdura, incluso a pesar de haber bajado el ritmo a propósito durante tanto tiempo. Hace poco, una costurera informó a la modelo de que sus medidas eran idénticas a las de un maniquí. En comparación con épocas pasadas, "hay mucha más inclusión en materia de edad", dice Nelson, citando como ejemplos a Kristen McMenamy, de 58 años, Naomi Campbell, de 52, y Kate Moss, de 49. “La gente percibe a estas modelos icónicas como las musas definitivas. La edad ni siquiera cuenta”, añade.
Bündchen ha pasado la mayor parte de su vida en la moda, pero sus primeros recuerdos de la industria ahora parecen teñidos por el trauma. Hija de Vânia, cajera de un banco, y Valdir, que trabajaba en el sector inmobiliario y más tarde se convirtió en sociólogo, Bündchen se crió en una familia trabajadora de clase media en la ciudad de Horizontina, al sur de Brasil. Si quería una muñeca, tenía que esperar a su cumpleaños para conseguirla. "Todas las niñas iban a casa de la abuela, caminaban descalzas por el camino de tierra y pasaban el rato con las gallinas", me cuenta Nelson. Es el mismo tipo de infancia que la supermodelo intenta recrear hoy en día en Costa Rica para sus hijos en Costa Rica.
En las típicas peleas entre hermanas, Bündchen era muy combativa: "Tenía el poder de poner fin a la pelea", me confió su melliza, Patricia, por correo electrónico. Aun así, “para Gisele fue difícil crecer siendo tan alta y delgada en una ciudad pequeña. Se sentía fuera de lugar. Pero cuando le llegó la oportunidad de ser modelo, se sintió como en casa”, contó.
En lugar de ir al instituto, a los 14 años, Bündchen, que ya medía 1,75, se fue a Tokio para trabajar haciendo un catálogo. Al tener que atender a otras cinco hijas en casa, Vânia no pudo acompañarla. "Era increíblemente intrépida, se fue de casa con 14 años, sola y sin hablar inglés", dice Patricia de su hermana. Ahora, como madre de una niña de 13 años, Bündchen siente que se la catapultó a una adultez prematura: "Jugaba con Barbies a los 13 años y a los 14 estaba emancipada en Japón", se lamenta. Logísticamente, sobrevivió (ayudaba a cocinar y limpiar en casa desde los siete años), pero se sentía "sola en el mundo".
De adolescente vivió en los célebres “apartamentos de modelos” de Nueva York, rodeada de cocaína y heroína. "Vi cosas que eran en plan ‘lo que no te mata te hace más fuerte’. Siempre digo que mis ángeles de la guarda son muy poderosos". Tal y como consta grabado en el lore del mundo de la moda, el gran éxito revelación de Bündchen llegó en 1998, a los 18 años, cuando desfiló en la pasarela de primavera-verano de Alexander McQueen bajo una lluvia artificial, en evidente topless pero con un crop top blanco pintado sobre su pecho. Su cuerpo —El Cuerpo— acabó por sí solo con el ideal heroin-chic de la delgadez y marcó el comienzo de una era comparativamente más curvilínea, pero la modelo ha dicho que aquel desfile fue uno de los momentos más traumáticos de su vida. McQueen pretendía que desfilase completamente en topless (sin pintura) y, dado que apenas hablaba inglés, Bündchen fue incapaz de defender sus intereses.
Alude a los bajos fondos de la industria: "Las cosas que he visto y las situaciones de las que he escapado solo por tener fe...", dice acallándose. Bündchen recuerda el trato deshumanizado que recibió a manos de los egos desorbitados de la moda (si bien no da nombres), las cosas atroces que se le dijeron a la cara, el ser tratada "como si fueras un objeto... como si no tuvieras sentimientos", recuerda. Su voz titubea y sus ojos vuelven a parpadear, conteniendo las lágrimas: “Es algo emocional. Siento todo tan profundamente que, al recordarlo, siento que lo reviviendo de nuevo”. Cuando le pregunto qué es lo que recuerda que le está haciendo llorar, se limita a decir: "Lo duro que fue". Podría haberlo dejado, pero "no quería volver a casa con las manos vacías", dice. "Mis padres confiaban en mí. Quise demostrarles que podía hacerlo. No quería fracasar".
Cuando empezó a padecer ataques de pánico a los 20 años, recurrió al yoga, la meditación y a viajar más a menudo a Costa Rica. "Mi instinto natural fue pensar ‘No voy a ser una víctima de esto. No voy a sentarme aquí y preguntarme por qué me tratan así, por qué me dejan aquí desnuda durante ocho horas sin ofrecerme agua ni comida. ¿Por qué están siendo tan malos?", rememora Bündchen. “Podría haber estado allí sentada preguntándome si soy digna”.
Según su melliza, Bündchen se aferró a sus valores familiares y a la sencillez de su educación. “Nunca se dejó deslumbrar”, explica.
En lugar de eso, Bündchen se atrincheró en sus tacones de aguja. “Podría haberme decantado por las drogas o salir de fiesta. Podría haber optado por permitir que... los vampiros que hay por ahí me chupasen la vida y me utilizaran. Pero salí de aquello. No me rompieron".
El sol sale en la playa, lo que significa que ya es la hora de su contemplación diaria. Cierra los ojos y alza su barbilla en dirección al cielo, inhalando profundamente, dejando que su calidez brille en su famoso rostro.
“Pregunta: ¿Tienes o no problemas para ir al baño?".
Por surrealista que me parezca, la modelo me pregunta por el estado de mi sistema digestivo para determinar los ingredientes que añadirá a la ronda de licuados de frutas que está preparando para toda la casa —otro ritual tras el paseo diario por la playa y el saludo al sol. “Los plátanos son más astringentes y las papayas más laxantes", me explica, pasando de una Vitamix a una licuadora Champion en su cocina antes de dirigir mi atención a los aullidos que se escuchan fuera con un gesto. “¿Oyes a los monos?”, pregunta.
Las frutas y verduras cosechadas en su huerto situado en la ladera la entusiasman. "Mi objetivo es hacerlo muy simple", afirma. La cosecha, de la cual buena parte se encuentra desparramada en su encimera, incluye "plátanos pequeños", "plátanos delgados" y cuadrados, un tipo de plátano especialmente corto y grueso propio de la zona. También hay dos tipos de col rizada (blanda o crujiente), yuca ("Hacemos chips de yuca"), pimientos verdes ("Anoche los hicimos con aceite de oliva y sal") y pitanga. “¿Has probado alguna vez la pitanga?”, me pregunta mientras me ofrece una baya parecida a una cereza.
La cocina es un bullicio: Bündchen sirve batidos a sus hijos, a Jordan (uno de los profesores de los niños), a la "señora" de Jordan, a "las chicas" (dos mujeres que preparan la comida en la cocina) y a mí. Construyó esta casa principal para alojar a grupos, pensando principalmente en su gran familia brasileña. Eso sí, la casita es su "santuario", explica mientras me conduce hasta allí por un corto camino de piedra.
Se trata de una magnífica caseta de líneas limpias y madera clara, diseñada por ella y flanqueada por plataneros y papayeros, con una piscina de agua fría y un jacuzzi para uno excavado en el suelo. Su “casita-dormitorio" de más de 80 metros cuadrados es "100% independiente de la red eléctrica", dice Bündchen con orgullo, señalando la única bombilla que cuelga sobre una isla de cocina llena de libros. "Los títulos van de lo espiritual a lo pseudocientífico: están el autor neochamanista don Miguel Ruiz (con quien no guardo parentesco), títulos como Sextrology: La astrología del sexo y los sexos (Bündchen es una Cáncer orientada a la familia y al cuidado del hogar), El milagro del agua, de Masaru Emoto, que sostiene que las palabras positivas dirigidas al agua (como “esperanza” o "adoración") poseen el poder de formar cristales como copos de nieve en el H2O, mientras que las palabras negativas ("feo", "inútil") crean cristales turbios. Es instructivo en cuanto a la forma en que las personas se hablan a sí mismas y a los demás", sostiene Bündchen, ya que "somos ante todo agua".
En su mesilla de noche hay cristales por dentro y por fuera, como un trozo de amatista morada y un ángel de selenita lechosa que, según Bündchen, "limpia la energía" (presumiblemente no la positiva). Su cama está hecha con sábanas blancas impecables y hay un pañuelo Hermès con elegantes leopardos doblado en el borde (últimamente Vivi duerme con ella). Sobre la cama cuelga una enorme foto aérea en blanco y negro de Bündchen sobre una tabla de surf, empequeñecida por la inmensidad del océano. Bündchen saca el Oráculo de Kuan Yin, una colección de cartas de tarot centradas en la diosa budista de la misericordia y la compasión, de un cajón en la cabecera de la cama. Dos días antes, Bündchen sacó la carta de la "dinastía de la divina madre", que la instaba a "fijarte en lo que está sucediendo en tu vida y confiar en que estás progresando con perfección", lee mientras prende incienso en la mesa de cedro que tenemos ante nosotras.
“Supongo que por eso me llamaron bruja", dice riendo mientras observa las cartas ante nosotras, pero se siente menos molesta por las especulaciones de WitchTok que dispuesta a coincidir con ellas. "Si quieres llamarme bruja porque me encanta la astrología, los cristales, rezo y creo en el poder de la naturaleza, adelante", dice Bündchen, católica no practicante cuyas inclinaciones místicas son ahora su evangelio, un bálsamo y una fuente de fortaleza cuando más lo ha necesitado.
Antes creía en los cuentos de hadas, pero ya no. "Nadie va a venir a salvarte", dice Bündchen. “Nunca le entregues tu poder a nadie. Esta es tu vida. Esta es tu película. Tú la diriges”, asevera.
Tras nuestra entrevista, Bündchen, Vivi y Benny volvieron a Miami, pero ella seguía pensando en el pájaro herido que ayudó a poner en libertad en Costa Rica. Unos días más tarde, Bündchen googleó su posible significado y me envió una captura de pantalla. Había rodeado en amarillo las siguientes palabras: “Ver un petirrojo nos anima a dejar ir aquello negativo que afecta a nuestras vidas y abrazar una nueva etapa más feliz”.
“El petirrojo simboliza nuevos comienzos", había subrayado.
PELUQUERÍA: SHAY ASHUAL. MAQUILLAJE: DIANE KENDAL. MANICURA: KRISTINA KONARSKI. SET DESIGN: BELINDA SCOTT. PRODUCCIÓN: SELECT PRODUCTIONS. Para más detalles, consulte vf.com/credits.
Artículo original publicado por Vanity Fair US. Accede al original aquí.