Si tuviésemos que describir brevemente este álbum sólo necesitaríamos dos palabras: “buen rollo”. Es un gran disco, aunque su autor no es su único artífice; Santiago Auserón tuvo mucho que ver con él porque, gracias a su empeño, el catalán volvió a los ruedos, tras dejar a los Amador y sobreponerse a algunos trabajos en solitario, que pasaron sin pena ni gloria. Aquí, sin embargo, Kiko Veneno se luce. Guitarras y cajones flamencos, surrealismo cotidiano, grandes historias... Esos cachitos de hierro y cromo universales que se han ganado a pulso un lugar en el patrimonio musical español.