Insólitas: Narradoras de lo fantástico en Latinoamérica y España
Por Varias Autoras
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Pero quizá lo verdaderamente insólito es que no se hubiera publicado antes ninguna antología de género fantástico escrita por mujeres en Latinoamérica y España. Y era necesario. Importante. Por eso reunimos a casi una treintena de autoras de al menos dos tercios de los países hispanohablantes, de diferentes generaciones y temáticas, con la representación de sus mejores relatos. Insólitas serán las lecturas que se agazapan entre estas páginas.
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Comentarios para Insólitas
7 clasificaciones1 comentario
- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Gran libro. Tiene una buena selección de cuentos por las autoras. Me gusta mas la fantasía, pero el. Último!o de ciencia ficción fue muy bueno
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Insólitas - Varias Autoras
Teresa López-Pellisa
Ricard Ruiz Garzón
(eds.)
Insólitas
Narradoras de lo fantástico
en Latinoamérica y España
Insólitas. Narradoras de lo fantástico en Latinoamérica y España
Primera edición digital: marzo de 2019
ISBN epub: 978-84-8393-640-5
IBIC: FYB
Colección Voces / Literatura 274
Esta obra ha recibido una ayuda a la edición del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte
Nuestro fondo editorial en www.paginasdeespuma.com
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© De la edición, introducción y notas: Teresa López-Pellisa y Ricard Ruiz Garzón, 2019
© De los textos, sus autoras, 2019
© De esta portada, maqueta y edición: Editorial Páginas de Espuma, S. L., 2019
Editorial Páginas de Espuma
Madera 3, 1.º izquierda
28004 Madrid
Teléfono: 91 522 72 51
Correo electrónico: [email protected]
Introducción
Las hijas de Metis
Solo la ciencia ficción y la literatura fantástica pueden mostrarnos mujeres en ambientes totalmente nuevos o extraños. Pueden aventurar lo que podemos llegar a ser cuando las restricciones presentes que pesan sobre nuestras vidas se desvanezcan, o mostrarnos nuevos problemas y nuevas limitaciones que puedan surgir.
Pamela Sargent
Dice el diccionario que lo insólito es lo raro, lo extraño, lo desacostumbrado.
En esta antología, lo insólito es todo aquello que resulta extraordinario. Lo que se sale de lo común, lo inusual, lo fabuloso o lo inexplicable: lo que aspira a ir más allá de la realidad.
También resulta aún insólito, por desgracia y salvo excepciones que comentaremos, el hecho de que una antología –mixta o no– reivindique a las «insólitas», es decir, a escritoras de las diferentes ramas de la narrativa no realista. Y aún resulta más insólito, y da que pensar, que esta labor no se hubiera llevado a cabo, hasta ahora, entre Latinoamérica y España. Como en los inventos absurdos de las viejas películas de espías, la principal intención de este prólogo es por tanto (y por insólito que parezca) aspirar a su inmediata autodestrucción: que caduque pronto, que no haga ya falta, que sus hallazgos, si los hay, dejen de ser necesarios; que el objetivo final de las antólogas que lo redactan –sonará asimismo insólito, pero en este contexto es más que de justicia el plural femenino– se desintegre en una realidad en la que las mujeres que escriben, y entre ellas las que escriben fantástico, dejen de estar olvidadas, silenciadas e invisibilizadas. Será entonces cuando tenga sentido, como debería ser, el disfrute sin más de los cuentos seleccionados, que por otro lado han sido escogidos ante todo por su calidad. Juzguen si no, que para eso están.
Existe un ejemplo que ilustra bien a juicio de las abajo firmantes la pretensión de revindicar la nómina presentada. Lo protagoniza Metis, una injusta desconocida para la mayoría de las lectoras (sí, también hay hombres entre ellas; ojalá el plural genérico fuera igual de reivindicativo). El caso es que Metis, la ignota y remota Metis, pertenece como otras diosas a la época clásica, pero apenas la conocemos porque resulta que su marido, el viejo Zeus, la devoró. Tal cual. Se la comió enterita mientras estaba embarazada de su hija común, Atenea. Todos conocemos al padre y a la hija, pero en un acto de inexplicable complicidad antropofágica hemos acabado borrando a la titánide Metis de nuestra memoria colectiva. Cosas que pasan, ¿no?
Pues no, no son cosas que pasan, no sin más, y además eso no es todo. Gracias a su desaforada ingestión, que no digestión, Zeus asimiló el poder de su primera esposa, y pudo con él procrear mediante un parto cuando menos singular: Atenea, ya adulta, vestida y armada, brotó de su cabeza con la obstétrica ayuda de Hefesto. En palabras de la poeta catalana Maria Mercè Marçal, nació también con ello un fructífero paralelismo:
No es nada diferente a la experiencia de la escritora: literariamente hija del Padre, de su ley, de su cultura –el gran parto masculino contra-Natura–: del padre que, en todo caso, ha deglutido y utilizado la fuerza femenina y la ha hecho invisible. No hay ningún referente femenino materno: no hay genealogía femenina de la cultura. Protegida por el legado paterno de la armadura que la envuelve, que le ahorra, tal vez, recordar que su cuerpo es como el de Metis expoliada e invisible, la imagen de Atenea evoca, en un primer vistazo, la mujer que asume un arquetipo viril, pero también puede ser, simplemente, la mujer revestida de Mujer, es decir, de la feminidad entendida como una construcción conceptual masculina¹.
Atenea nace por tanto sin madre, sin un referente femenino, y tan solo puede contemplarse en la proyección paterna de la que dispone, tras haber nacido con la imagen que Zeus ha creado en su mente sobre cómo deben ser su cuerpo y sus atributos. Con esta metáfora, Marçal plantea como en pocas ocasiones la necesidad de liberar a Metis, esto es, de reivindicar la historia de la literatura escrita por las mujeres en Occidente, y en el caso particular que nos ocupa, de construir una genealogía literaria femenina de lo insólito en Latinoamérica y España. Metis, es cierto, desapareció, pero no lo hizo por azar. Le ocurrió algo insólito, sí, pero no casual. No hay imágenes sobre ella a lo largo de la tradición occidental, pero existió y siempre ha existido y por eso es necesario aún hoy, o más hoy que nunca, llevar a cabo su visibilización.
De ahí, en fin, que este prólogo se titule «Las hijas de Metis». Como su «madre», las herederas de este linaje están ahí, existen, escriben y publican aunque muchos no las vean. En numerosas ocasiones, a las antólogas nos han preguntado si hay escritoras de lo fantástico o la ciencia ficción en español. La pregunta es sesgada, pero no innecesaria: dichas autoras existen y han existido siempre. La cuestión que debería preocuparnos, en consecuencia, es por qué no conocemos lo suficiente a esas escritoras de lo insólito que han enriquecido el género a lo largo de la historia. ¿Por qué? ¿Por qué sabemos tanto de Zeus y casi nada de Metis? ¿Quién ha devorado a nuestras autoras?
Insólito sí, ¿y femenino?
Los relatos escogidos para esta antología forman parte, como se ha dicho, del género de lo insólito. Se trata de narraciones que pertenecen a diferentes ámbitos de lo no mimético. En relación a las categorías de lo insólito, sin embargo, existe un debate terminológico al que no son ajenas las antólogas. Así, para una de ellas, es importante distinguir las categorías de lo fantástico (incluyendo el terror sobrenatural con monstruos y fantasmas), la ciencia ficción y lo maravilloso (con todas sus modalidades, entre las que se incluiría la fantasía épica). A partir de las propuestas de David Roas2, lo fantástico se caracteriza por la inclusión de un elemento sobrenatural o imposible que transgrede las leyes que organizan el mundo real. Lo fantástico recrea nuestra realidad para destruirla y quebrarla a partir de la introducción de un fenómeno imposible que nos inquieta y nos angustia. El lector y los personajes del texto se sienten amenazados por los fenómenos extraordinarios de un relato camuflado en el modelo realista, tal y como sucede con los cuentos de Edgar Allan Poe. En cambio, lo maravilloso como hiperónimo incluye diferentes categorías con sus propias reglas internas, como el realismo mágico, la fantasía épica o el fantasy. En este tipo de textos los mundos planteados no suponen una transgresión de las reglas de nuestro mundo, ni generan un conflicto con nuestra idea de realidad, ya que se trata de recreaciones de mundos muy diferentes al nuestro. Esta tipología literaria parte de presupuestos no realistas, transporta al lector hacia entornos en los que se convive de manera natural con lo extraordinario y lo imposible (con seres sobrenaturales o con la magia). Por otro lado, la ciencia ficción nos propone narrativas basadas en la especulación imaginativa, ya sea a partir del ámbito de la ciencia y la tecnología o de las ciencias sociales y humanas (por lo que no es imprescindible encontrar elementos tecnológicos para catalogar un texto como perteneciente al género de la ciencia ficción). En este caso, todos los fenómenos extraordinarios tienen una explicación racional, y ahí radica la diferencia entre este género y el funcionamiento de lo fantástico o lo maravilloso.
Por su parte, la otra antóloga prefiere el uso de otro tipo de taxonomía, habitual en el sector editorial, las librerías, el periodismo y el público aficionado, según la cual el término paraguas del «fantástico» puede dividirse en las ramas centrales de la fantasía, la ciencia ficción y el terror. Desde este punto de vista, explicitado en nombres como el de la Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror (aefcft), la veterana Associació Catalana de Ciència-Ficció i Fantasia (accff), la Asociación Venezolana de Fantasía y Ciencia Ficción (avcff), la Asociación Mexicana de Ciencia Ficción y Fantasía (amcyf) –entre otros ejemplos de las asociaciones existentes entre España y Latinoamérica– o la fantasía y sus variantes épica, heroica o urbana no formarían parte del mismo apartado que los superhéroes, los zombis o el propio realismo mágico, sino que constituirían una categoría en sí misma, en igualdad de condiciones que las de la ciencia ficción o el terror (aunque no aparezcan en los nombres recogidos por las asociaciones mencionadas). El concepto de realidad, por consiguiente, no sería la piedra angular de esta clasificación, que ya presupone que los géneros no miméticos se alejan de ella en uno u otro grado, sino que al establecerla se tendrían más en cuenta los códigos y arquetipos de identificación, sometidos hoy día a un proceso de hibridación que los acerca a terrenos fértiles e inexplorados. Esta idea no científica del «género» como punto de encuentro, a menudo con derivas comerciales entre las que se incluyen el fenómeno fan y hasta el «orgullo friki», no está sin duda exenta de problemas, entre ellos la confusión terminológica entre «fantasía» (subgénero), «el fantástico» (paraguas marco) y «lo fantástico» (concepto teórico desarrollado por la primera antóloga en el párrafo anterior), pero tiene como ventaja su inmediata asimilación por parte de un público creciente que, del mismo modo que en ámbitos como el cinematográfico, el de los videojuegos o el de las series televisivas, ha empezado al fin a arrinconar los prejuicios y el estigma que durante décadas han acompañado a los mal llamados géneros no realistas (en puridad, no miméticos).
Una y otra concepción parecen en cualquier caso suficientemente compatibles para esta antología bajo la etiqueta común de lo insólito, ya que los relatos elegidos ofrecen ejemplos de prácticamente todas las categorías de dichas narrativas más allá de su denominación final. Así, hay cuentos con quiebra de la realidad, con recreación explícita de códigos y con intenciones metaficcionales, y aunque es cierto que lo fantástico o la ciencia ficción tienen por ejemplo mayor presencia que el weird, ello se debe a la intención de trasladar a estas páginas la proporción hallada en la investigación. Quede claro, en fin, que si en esta antología hay más fantástico que ciencia ficción, y más ciencia ficción que terror, y más terror que fantasía épica o cuentos de hadas, sin ánimo de agotar comparativas, es solo como reflejo de la literatura escrita por las autoras que formaban el corpus manejado.
Pero vayamos a otro punto crucial para este volumen: en las páginas siguientes aparece en efecto un amplio abanico de autoras de lo insólito, de diferentes generaciones y países (entre Latinoamérica y España), que pese a su diversidad tienen en común haber escogido observar el mundo desde lo que una de ellas, Cristina Fernández Cubas, ha tipificado para la literatura como el ángulo del horror. Al tratarse de escritoras que trabajan la narrativa fantástica en su sentido más amplio, sin embargo, la crítica se refiere a menudo a sus trabajos como: fantástico femenino. Anne Richter acuñó el termino «fantástico femenino» en Le fantastique féminin d’Ann Radcliffe à nos jours (1977), para referirse a un tipo de narrativa escrita por mujeres en la que predominan elementos característicos de «lo femenino» como lo mitológico, la locura, la maternidad, el mundo interior, lo irracional y la fusión con el entorno natural. Nos desmarcamos con rotundidad de tales concepciones, si ese es el sentido de «lo fantástico femenino». De hecho, las antólogas consideramos que los binomios razón/locura, naturaleza/ciudad, hombre/mujer responden a categorías esencialistas que ha generado el saber humanista patriarcal androcéntrico y antropocéntrico. Y en nuestro caso negamos la mayor, ya que no se habla de «fantástico masculino» para hacer referencia a la narrativa de lo insólito escrita por hombres, y términos como «lo masculino» y «lo femenino» son conceptos construidos a partir de prácticas de exclusión y discriminación que el siglo xxi no deja de cuestionar.
Esta no es, por tanto, una antología sobre lo «insólito femenino». Otra cuestión es que hablemos de lo «insólito feminista»3, pero en ese caso no tendríamos por qué hablar de un tipo de literatura escrita exclusivamente por mujeres, ya que las mujeres no están obligadas o inclinadas necesariamente a escribir literatura y crítica feminista por el hecho de serlo. Algunos hombres, y aquí las antólogas se sienten en disposición de remarcarlo, también escriben literatura feminista y forman parte del movimiento feminista. Pese a todo, resulta obvio que en esta antología no hemos pretendido seleccionar únicamente cuentos feministas, más allá de que algunos relatos puedan leerse desde esta perspectiva. Las temáticas y preocupaciones con las que se toparán las lectoras, sea como fuere, resultan mucho más variadas.
Lo insólito, vamos comprobándolo, permite cuestionar el orden simbólico a partir de la transgresión, ya sea del lenguaje o de las convenciones culturales, y ese ejercicio de subversión contra lo normativo es perturbador y revolucionario, por lo que desde el feminismo supone un arma cultural de gran interés. Rosemary Jackson, en Fantasy: literatura y subversión, dice que la literatura de lo insólito muestra aquello que debería permanecer oculto, por lo que sus efectos siniestros se revelan a partir de las zonas oscuras que se esconden en nuestra cotidianidad. Para nosotras, lo interesante es que lo insólito desenmascara la naturaleza relativa y arbitraria del sistema social, se opone al orden institucional y expresa los impulsos que deberían ser reprimidos desde la perspectiva de lo normativo, por lo que puede resultar lógico que las mujeres, como identidades que no han gozado del privilegio, encuentren un espacio de libertad en la narrativa no realista y su capacidad para reflejar las tensiones entre la ideología y el sujeto humano.
La teórica y pensadora Donna Haraway, en el ensayo Ciencia, cyborgs y mujeres: la reinvención de la naturaleza, nos ofrece una herramienta política desde la que podemos hablar e iniciar nuestros análisis a partir del concepto del «saber situado». Haraway explica que este concepto tiene que ver con nuestra identidad y el lugar desde el que miramos y leemos el mundo. La autora propone especificar cuál es nuestro punto de vista, porque nunca somos neutrales y por eso nuestro conocimiento y nuestra visión del mundo son parciales y están situadas en un contexto y en la subjetividad de quien lo emite. De ahí la riqueza de esta antología de narrativas transatlánticas, ya que la experiencia de una escritora de El Salvador o de Colombia nos permitirá abordar en ocasiones líneas diferentes a las de una autora de Ecuador, España o Perú. Lo cierto es que el lugar desde el que escribe cada autor o cada autora (y desde el que los leemos) responde a cuestiones identitarias y de experiencia de vida que tienen que ver con la nacionalidad, la localización geográfica, el género, la raza, la formación, la lengua o la inclinación sexual, y en algunas ocasiones esa identidad se ve reflejada en los textos. Pero esto no tiene por qué suceder, ya que los creadores no tienen por qué hablar de su género o su sexualidad en las obras que escriben, y más cuando hablamos de ficción y no de autobiografías.
Conviene en este contexto recordar que el teórico de la literatura y crítico literario Harold Bloom, autor de El canon occidental, bautizó como «Escuela del Resentimiento» a las primeras reivindicaciones de la crítica literaria feminista y poscolonial, en las que se solicitaba una revisión del canon literario en los planes de estudio de la universidad norteamericana. El canon, como todo, se configura a partir de convenciones sociales y relaciones de poder y de clase que no pueden pasar desapercibidas ni para las lectoras, ni para la crítica, ni para la academia, ni para el discurso institucional. Repartir el pastel siempre supone una pérdida de poder, y las resentidas también tenemos derecho a comer una porción del pastel y no morir de hambre. Quizás sea necesario resignificar el término «resentimiento» de connotaciones positivas, tal y como sucedió con el termino queer, ya que Bloom nos permite otorgarle un valor ético e ideológico. Si es así, muchas nos declaramos como resentidas que luchan por la justicia y la igualdad.
Una historia silenciada
Se definan o no como «luchadoras» o «resentidas», las hijas de Metis han escrito siempre. La escritora Christine de Pisan, desde su habitación propia, decidió reclamar también una ciudad propia y escribió La ciudad de las damas (1405), donde imaginó un mundo gobernado y habitado solo por mujeres que reclamaban su derecho a la igualdad, estableciendo una genealogía de mujeres ilustres y pensadoras que pudieran servir de modelo para futuras generaciones; fue una de las primeras ginotopías4 de la historia de la literatura. La científica británica Margaret Cavendish, por su parte, publicaba su utopía El mundo resplandeciente en 1666 –traducida al castellano por la escritora de ciencia ficción María Antònia Martí Escayol–, en el mismo contexto que Campanella (Ciudad del sol, 1623) y Francis Bacon (La nueva Atlántida, 1627). El texto lo protagoniza una mujer que llega a un lugar más allá del Polo Norte donde diferentes seres de naturaleza maravillosa habitan en una armoniosa civilización poblada por animales antropomórficos que se muestran críticos frente al androcentrismo y el antropocentrismo. Y, cómo no, la británica Mary Shelley inauguraba el género de la ciencia ficción con Frankenstein o el moderno Prometeo (1818).
Pese a todo lo anterior, mientras en el ámbito anglosajón Pamela Sargent editó la antología Women of Wonder: Science Fiction Stories by Women about Women en (Mujeres y maravillas) en 1974, y Jen Green junto a Sarah Lefanu la antología Despatches from the Frontiers of the Female Mind (Desde las fronteras de la mente femenina) en 1985, en España5 no se ha publicado la primera antología de autoras de ciencia ficción hasta el año 2014, cuando nació el proyecto Alucinadas (promovido por la traductora Cristina Macías y la escritora Cristina Jurado, cuenta con la publicación de cuatro compilaciones hasta la fecha). Alucinadas incluía relatos de escritoras españolas y latinoamericanas de ciencia ficción, inaugurando un proceso que ha tenido continuidad en otros países como Cuba, con la publicación de la antología de escritoras Deuda Temporal (2015), o México, con La imaginación: la loca de la casa (2015), dentro del ámbito de la ciencia ficción. Insólitas, por consiguiente, es la primera antología que se publica sobre narrativas de lo insólito en español escrita por mujeres, a partir de un diálogo transatlántico entre Latinoamérica y España, y la primera que reúne a escritoras de diferentes generaciones de trece países con textos de todas las modalidades del fantástico en español. Un eslabón más, creemos que necesario, para redefinir y resituar en definitiva una realidad demasiado tiempo oculta.
Se trata, por cierto, de una reivindicación basada en hitos incontestables. Así, en la narrativa latinoamericana la presencia de lo insólito ha formado parte del canon literario desde muy temprano, en concreto con la forma narrativa del cuento. Véanse si no la presencia de lo sobrenatural y las reivindicaciones feministas en la obra de la escritora mexicana sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695), los relatos de las escritoras argentinas Juana Manuela Gorriti (1818-1892) y Eduarda Mansilla de García (1834-1892) o la distopía de la escritora colombiana Soledad Acosta de Samper (1833-1913) en el contexto del romanticismo, bajo la influencia de Edgar Allan Poe, el positivismo, el cientificismo y el mesmerismo, tal y como también reflejan los trabajos de Leopoldo Lugones y Rubén Darío. A partir de la década de los años cuarenta, además, los autores más relevantes del canon latinoamericano estaban escribiendo narrativas de lo fantástico, como Jorge Luis Borges o Felisberto Hernández, coetáneos de la escritora argentina Silvina Ocampo (1903-1993) y la mexicana Elena Garro (1916-1998). Pero lo cierto es que la presencia de lo insólito, sobre todo del realismo mágico, cuando cobra relevancia en Latinoamérica es a partir del boom de los sesenta, cuyo fenómeno editorial y literario no incluyó sin embargo a las escritoras latinoamericanas6. La década siguiente, la de los setenta, sería no por casualidad la del impulso recibido por la segunda ola de feminismos y la celebración de la Primera Conferencia Mundial sobre la Mujer en México en 1975.
En la narrativa de lo insólito latinoamericano del siglo xx son muy conocidos los trabajos de Guadalupe Dueñas, Carmen Boullosa y Laura Esquivel (México), Elena Aldunate, María Luisa Bombal e Isabel Allende (Chile), Ángelica Gorodischer (Argentina), Rosario Ferré (Puerto Rico), Daina Chaviano (Cuba) o Gioconda Belli (Nicaragua), además del auge del microrrelato fantástico cultivado por autoras como las argentinas Ana María Shua y Luisa Valenzuela o la uruguaya Cristina Peri Rossi. A este panorama se deben sumar aquellas autoras que han incursionado en algún momento entre lo insólito como Lina Meruane (Chile), Rita Indiana (Santo Domingo) o Claudia Salazar (Perú), y lo cierto es que existe una larga nómina de autoras de las modalidades de lo insólito en la narrativa latinoamericana contemporánea7 que no está pasando desapercibida por la crítica. En esta antología se ofrece una pequeña muestra de estos trabajos, cuya diversidad temática, uso del lenguaje y estilos narrativos no dejarán de inquietarles.
Al contrario de lo que ha sucedido en España, las narrativas de lo insólito en América Latina no han constituido una corriente definida al margen de la literatura general, por lo que siempre han formado parte del canon y del reconocimiento institucional, mostrando una gran creatividad y originalidad en todas sus modalidades. Son diecinueve los países latinoamericanos en los que se habla español, y cada uno está caracterizado por procesos histórico-políticos, raciales, económicos y culturales de diferente índole, por lo que estaríamos hablando de una gran heterogeneidad entre las zonas del Cono Sur, la zona Norte o el Caribe. La presencia indígena en los países andinos, la violencia de las dictaduras, así como las consecuencias del proceso colonial, hacen del panorama cultural latinoamericano un crisol mestizo con grandes variantes y diferencias, tanto en los procesos comerciales editoriales como en la tradición de la presencia de escritoras en el canon latinoamericano (hay una clara diferencia entre la presencia institucional y la visibilidad que han tenido las escritoras en el Cono Sur, por ejemplo, frente a las otras zonas geográficas). Lo mismo ocurre en cuanto a la narrativa testimonial, la representación de la violencia y el conflicto armado, la pobreza y la represión política, la preocupación por el medio ambiente (característico de algunas zonas de América Central), o la presencia del conflicto con Norteamérica (más propio del Caribe y del norte). Las modalidades de lo insólito en el continente americano son proteicas y en su mayoría están caracterizadas por mensajes políticos y de crítica social, ya sea a partir del uso de las voces de los desaparecidos en la dictadura a través de los relatos de fantasmas, o a partir de diferentes versiones de lo distópico y lo apocalíptico como un reflejo del proceso colonial y los efectos del capitalismo neoliberal en el continente.
En España, a su vez, se ha cultivado la narrativa no realista desde el siglo xviii sin interrupción hasta nuestros días, aunque lo cierto es que, al contrario de lo que ha sucedido en Latinoamérica, nunca ha tenido el mismo reconocimiento institucional que la literatura realista ni ha formado parte del canon, y menos todavía si se piensa en las escritoras de lo insólito. La autora más relevante del siglo xix y principios del xx es la feminista Emilia Pardo Bazán (1851-1921), por haber cultivado el género de lo maravilloso religioso, lo fantástico y la ciencia ficción, aunque también es importante mencionar a Ángeles Vicente (1878-1912), Carmen de Burgos (1867-1932), Matilde de la Torre (1884-1946) y María Laffitte, condesa de Campo Alange (1902-1986). Pero lo cierto es que, tal y como afirman David Roas y Ana Casas8, la normalización del género fantástico en España no se produce hasta los años ochenta, y casualmente esta fecha coincide con el boom de la narrativa escrita por mujeres. Durante la Transición española se despertó un gran interés por parte del público lector, los medios de comunicación y las editoriales por las autoras de diferentes generaciones que publicaron entre 1975 y 1982. Pilar Nieva de la Paz9 considera que desde mediados de los años setenta se percibe el deseo de abrir una nueva era de libertades con la progresiva desaparición de la censura, la novela de corte político, autobiográfica y de testimonios (tanto del exilio como de la represión franquista durante la dictadura), y es por ello que en ese período proliferan los nombres y los premios literarios conseguidos por autoras, dando lugar a un fenómeno socioliterario de primer orden. Así, en estos años se conoce la obra de autoras de género fantástico en las que predomina el elemento sobrenatural como Cristina Peri Rossi (uruguaya exiliada en España), Ana María Matute, Rosa Chacel, Mercè Rodoreda, Pilar Pedraza, Mercedes Salisachs o Cristina Fernández Cubas, pero no asistiremos a una mayor presencia de las narradoras de lo insólito hasta la década de los noventa (con Elia Barceló como cabeza visible en la ciencia ficción) y no podríamos hablar de una consolidación de la presencia de las escritoras de lo insólito hasta la primera década del siglo xxi, acompañada del impulso de lo que ya podemos denominar la cuarta ola del feminismo. Entre las autoras que han cultivado el género durante este último período pueden citarse muchas, entre ellas Care Santos, Rosa Montero, Julia Otxoa, además de las antologadas y de otras que han incursionado ocasionalmente en el género como podrían ser Flavia Company, Sara Mesa o Mercedes Abad10.
Es importante mencionar que un factor fundamental para que se produjera esa normalización de lo fantástico en España durante los ochenta fue la llegada del boom de la narrativa latinoamericana a Barcelona en los sesenta y setenta. La renovación temática, estilística y del lenguaje, con obras en las que predominaba el realismo mágico y lo fantástico, y el relato frente a la novela, supuso un cambio en las letras españolas, que al fin fueron asumiendo con cierta naturalidad los géneros no miméticos. A este factor se suma la llegada en esas mismas fechas del editor argentino Francisco Porrúa, fundador de la editorial Minotauro, cuya labor de publicación se centró en el impulso de la ciencia ficción en español e incluyó a autoras como Angélica Gorodischer. Tras el boom de la producción femenina en la Transición y la normalización del género fantástico en los ochenta, podríamos hablar de una consolidación progresiva de la ciencia ficción con el impulso de tertulias y fanzines, el asentamiento de un fandom inasequible al desaliento y la creación de la hoy llamada Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror (aefcft).
Un cambio necesario
El siglo xxi, por su parte, es ya el siglo de lo insólito. El cambio de siglo ha propiciado un cambio en la recepción del cultivo de lo fantástico que podríamos describir como un proceso de naturalización11 del género en la tradición cultural de Occidente. Las series de televisión, el cine, las obras de teatro o algunas novelas no siempre se presentan además con esta marca de género y ello favorece un consumo sin viejos prejuicios. A esto debemos sumar la presencia cada vez mayor de las voces femeninas como otra de las características de lo insólito del siglo xxi. Este impulso se ha logrado gracias a los proyectos editoriales y las revistas que dirigen varias mujeres, a la presencia de escritoras en la organización de festivales, en la dirección de portales en la red y en las instituciones, así como a la labor de académicas y traductoras dedicadas a la visibilización de estos trabajos.
En Insólitas se ha buscado mostrar una panorámica global de lo que están escribiendo actualmente las narradoras latinoamericanas y españolas en el género del cuento (escogiendo autoras que lo cultivan con asiduidad y tienen al menos un libro de cuentos publicado o relatos escogidos en antologías relevantes). Nos hemos centrado por tanto en cuentistas vivas de al menos dos tercios de los países posibles cuyas últimas publicaciones están relacionadas con lo insólito (y no solo en el pasado o de manera ocasional). Hemos querido además mostrar a autoras de varias generaciones, por lo que se puede distinguir una primera línea conformada por nombres consagrados dentro del canon como Angélica Gorodischer, Luisa Valenzuela, Amparo Dávila, Ana María Shua, Cristina Peri Rossi, Cristina Fernández Cubas y Pilar Pedraza; una segunda con exponentes como Ana Cristina Rossi, Elia Barceló, Daína Chaviano, Cecilia Eudave, Alicia Fenieux, Lola Robles, Jacinta Escudos, Susana Vallejo y Tania Tynjälä; una tercera, conformada por autoras como Patricia Esteban Erlés, Anabel Enríquez, Mariana Enríquez, Solange Rodríguez Pappe, Laura Ponce, Cristina Jurado, Sofía Rhei, Raquel Castro y Laura Gallego; y una última hornada de escritoras nacidas en la década de los ochenta que cuentan con varias publicaciones como Laura Fernández, Laura Rodríguez Leiva y Liliana Colanzi. Hemos seleccionado los que hemos considerado los mejores relatos de estas autoras y que no hubieran sido muy antologados. A los criterios de calidad, por consiguiente, se les han añadido para conformar la selección final los geográficos, los generacionales, los de la variedad de subgéneros y hasta los de extensión, siempre con el objetivo final de proponer una lectura orgánica y lo más satisfactoria posible. En cualquier caso, las ausencias que puedan encontrar las lectoras y las carencias que puedan observar las autoras serán siempre responsabilidad única y exclusiva de las antólogas.
Quizá convenga añadir para acabar que las temáticas abordadas son muy diversas. Queremos dejar claro una vez más nuestro punto de vista al respecto: no consideramos que exista una temática propia en la literatura escrita por mujeres, ya que los personajes y las temáticas que defienden la diversidad y exploran el arte desde la disidencia pueden estar escritos por mujeres y por hombres. Lo que no deberían esperar las lectoras es que los cuentos seleccionados se centren en cuestiones y problemáticas femeninas o que sean relatos feministas por el mero hecho de que los haya escrito una mujer. Las inquietudes de las escritoras responden a intereses particulares y a contextos sociopolíticos y geográficos muy variados, que desde sus saberes situados les convocan los monstruos y umbrales incorporados a estas páginas. Entre los temas que se abordan entre estas páginas, a título de anticipo (dado que cada relato irá presentado con una biografía de la autora y una breve introducción al cuento), destacamos en cualquier caso la violencia de género, la relación con el Otro, la diversidad sexual, la soledad, la misoginia, los cuerpos no normativos, la infancia, la muerte, la enfermedad, las relaciones familiares, la metaliteratura, la lincantropía, la precariedad laboral, el canon de belleza occidental, la violencia, la desigualdad de clases, el monstruo, la ecología, la guerra, el amor, la política en la era de la globalización, la relación humano-máquina, la educación en la era de la cibercultura, la inmigración o la indiferencia de la sociedad frente los problemas ajenos, entre otras posibilidades que invitamos a descubrir como quien destapa el ánfora de Pandora.
Lo insólito nos permite observar el mundo desde el otro lado del espejo y deformar las imágenes de la realidad para mostrar su verdadero rostro. Insólito, repetimos, es que no se hubiera publicado antes ninguna antología de géneros no realistas escrita por mujeres en el ámbito transatlántico español. Insólita será, y esperamos que en positivo, la lectura que se agazapa entre estas páginas.
Metis, por su parte, debería dejar cuanto antes de ser insólita.
Así sus hijas, creadoras libres, podrían desarrollar toda legítima rareza.
Teresa López-Pellisa
Ricard Ruiz Garzón
1. Maria Mercè Marçal, «Més enllà i més ençà del mirall de la Medusa», en Sota el signe del drac. Proses 1985-1997, Proa, Barcelona, 2004. La traducción es nuestra.
2. David Roas, Tras los límites de lo real. Una definición de lo fantástico, Páginas de Espuma, Madrid, 2011.
3. Autoras que podríamos clasificar dentro del marco de lo insólito feminista serían Angela Carter, Ursula K. Le Guin, Joanna Russ, Angélica Gorodischer, Rosario Ferré, Luisa Valenzuela, Ana María Shua, Lola Robles, Patricia Esteban Erlés, Jacinta Escudos, Nieves Delgado o Cristina Jurado, por citar algunos ejemplos de diferentes tradiciones literarias.
4. Los espacios simbólicos y políticos exclusivamente femeninos se conocen como ginotopías, y con La ciudad de las damas se inaugura una tradición literaria que cobraría una gran relevancia durante el sufragismo de la primera ola de feminismos en el siglo xix. Varios ejemplos de esta corriente los tenemos en la novela Mizora: a prophecy (1880-1) de Mary E. Bradley, Nueva Amazonia (1889) de Elizabeth Burgoyne, Gloriana, or the Revolution of 1900 (1890) de Florence Dixie, El sueño de Sultana (1905) de Rokeya Sakhawat Hossain o Dellas: un mundo femenino (1915) de Charlotte Perkins Gilman, entre otros.
5. En España también se ha publicado el I Premio Ripley (2017) y las antologías históricas Poshumanas y Distópicas. Antología de autoras españolas de ciencia ficción (2018), que incluyen una selección de textos que van desde el siglo xix hasta 2015, además de la antología Terroríficas (2018).
6. Helena Araújo, «¿Escritoras latinoamericanas: por fuera del boom?», Quimera, 30, 1983, pp. 8-11.
7. Entre las hijas de Metis latinoamericanas, a pesar de no mencionar a todas las autoras ni incluir todos los países –y dejando fuera a las autoras antologadas–, queremos dejar constancia del trabajo llevado a cabo por autoras como Claudia Aboaf, Gloria Alcorta, Yamila Begné, Valeria Correa Fiz, Alejandra Decurguez, Lucila Grossman, Beatriz Guido, Amalia Jamilis, Vlady Kociancich, Luisa Mercedes Levinson, Teresa Pilar Mira de Echeverría, Magdalena Mouján y Samanta Schweblin en Argentina; Vanessa Giacoman, Marcela Gutiérrez, Angélica Guzmán Reque, Dennis Morales Iriarte, Giovanna Rivero y Alison L. Spedding en Bolivia; Elena Aldunate, Hilda Cádiz, Alejandra Costamagna, Ana María Güiraldes, Sascha Hanning, Myriam Philips, Ana María del Río, Rebeca F. San Román, Catalina Salem y Camila Trabucco en Chile; Manuela E. Aguirre, Gabriela Arciniegas, Linda Castro, Alicia Dujovne, Carolina Durán, Corina González, Diana Catalina Hernández, Marvel Moreno y Laura Rodríguez en Colombia; Laura Casas Nuñez, Mariana Castillo Rojas, Jessica Clark, Ericka Lippi Rojas, Laura Quijano Vicenzi, Anacristina Rossi y Evelyn Ugalde Barrantes en Costa Rica; Niurka Alonso Santos, Yadira Álvarez, Viana Barceló, Nora Calas, Zullín Elejalde Macías, María Felicia Vera, Olga Fernández, Ileana Hernández, Chely Lima, Mailyn Lozano García, Duchy Man, Jamila Medina, Ida Mitrani, Yamila Peñalver Rodríguez, Evelin Pérez, Yasmín Portales Machado, Gina Picart Bajula, Yeny Mila Ramos, Haydee Sardiñas, Lidia Soca Medina, Mariela Varona e Ileana Vicente en Cuba; Marcela Ribadeneira, Marcela del Río y Alicia Yánñez Cossío en Ecuador; María Luisa Mendoza, María Luisa Hidalgo, Raquel Banda Farfán, María Elvira Bermúdez (pseudónimo Raúl Weil), Gabriela Damián Miravete, Karen Chacek, Raquel Castro, Libia Brenda, Daniela Tarazona y Bibiana Camacho en México; Adriana Alarco de Zafra, Antoanette Alza Barco, Ethel Bazán Vidal, Alejandra P. Demarini, Bianca Miosi, Yelinna Pulliti Carrasco, Andrea Rivera y Aurora Seldon Perú; Marta Alponte Alsina y Marigloria Palma en Puerto Rico; Marosa di Giorgio, María Antonia Grampone, María Inés Silvia Vila, Armonía Somers y Giselda Zani en Uruguay; Julia Martina Müller, Ana Teresa Rodríguez o Enza Scalici en Venezuela.
8. David Roas y Ana Casas (ed.), La realidad oculta. Cuentos fantástico españoles del siglo xx, Menoscuarto, Palencia, 2008.
9. Pilar Nieva de la Paz, Narradoras españolas en la transición política: textos y contextos, Fundamentos, Madrid, 2004.
10. Entre las Hijas de Metis españolas, y lejos de una exhaustividad hoy por hoy afortunadamente imposible, podemos citar los nombres de María Angulo, Pily Barba, Gema Bonnín, Gabriella Campbell, Ana Campoy, Ariadna Castellarnau, Verónica Cervilla, Aixa de la Cruz, Nieves Delgado, Enerio Dima, Adolfina García, Covadonga González-Pola, Arrate Hidalgo, Marta Junquera, Laura López Alfranca, Ana Llurba, Haizea M. Zubieta, Blanca Mart, Maria Antònia Martí Escayol, Felicidad Martínez, Layla Martínez, Mayte Navales, Rosa Montero, Julia Oxtoa, Iria Parente, Selene Pascual, Montse de Paz, Concha Perea, Begoña Pérez Ruiz, Virginia de la Puente, Concepción Regueiro, Irene Robles, Tamara Romero, Laura S. Maquilón, Care Santos, Aranzazu Serrano, Gloria T. Dauden, Carme Torras, Marian Womack, María Zaragoza, etcétera, además de las autoras aquí antologadas. Su puede ampliar y actualizar esta lista en webs especializadas como «Fantástikas» de Lola Robles o «La nave invisible»,