Fito Páez durante el show previo al partido final de la Copa CONMEBOL Libertadores 2019 entre Flamengo y River Plate en el Estadio Monumental el 23 de noviembre de 2019 en Lima, Perú.

Nota del editor: Wendy Guerra es escritora cubanofrancesa y colaboradora de CNN en Español. Sus artículos han aparecido en medios de todo el mundo, como El País, The New York Times, el Miami Herald, El Mundo y La Vanguardia. Entre sus obras literarias más destacadas se encuentran “Ropa interior” (2007), “Nunca fui primera dama” (2008), “Posar desnuda en La Habana” (2010) y “Todos se van” (2014). Su trabajo ha sido publicado en 23 idiomas. Los comentarios expresados en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora. Mira más en cnne.com/opinion

El cine es una industria creativa que necesita de muchas voces, brazos, ideas, recursos, permisos y coordinaciones en sus diferentes procesos de realización. Se trata de un trabajo coral que, en sociedades cerradas, facilita la intervención del poder en su abusivo avance hacia la censura.

En una entrevista donde argumenta sobre su vida en el exilio, el director checo Milos Forman, ganador de un Oscar, desaparecido en 2018, afirmó: “Prefiero un país libre y atestado de mal gusto a un país refinado, pero sin libertades (…) La censura es el peor de los males. Viví bajo un régimen totalitario en el que existía la presión de la censura ideológica. Ahora vivo en un país en el que si existe alguna presión es la comercial. Sin duda, prefiero esta última. Al menos en ella deciden miles de personas y no una sola”.

“La Habana de Fito”, documental rodado en una azotea de la capital cubana, basado en el nexo del compositor e intérprete argentino con La Habana, la entrañable relación ideoestética y sentimental del pueblo y sus intelectuales con la obra del cantautor, cambia radicalmente el modo de enfrentar el cine independiente en la isla, enfrentándose a las arbitrariedades del poder institucional ante los creadores independientes.

Sobre la huella de Fito en La Habana fuimos entrevistados varios artistas e intelectuales cubanos. Para mí ha sido muy interesante volver a la banda sonora de mi generación, revivir parte de esta historia que, a diferencia de otras tantas, ha tenido un final feliz. Ahora mismo se exhibe en el circuito de salas Cinépolis en Argentina.

A propósito de ello entrevistamos a su director Juan Pin Vilar.

-¿Cómo convenciste a Fito Páez para para que contara su historia habanera de una manera tan abierta y descarnada?

-Realmente no tuve que convencerlo. Nosotros simplemente nos pusimos a conversar y teníamos cámaras filmando. Era un material para nuestros nietos. Una sorpresa al futuro. Y si existe confianza, pues la conversación transcurre de manera muy natural, fluida, como lo hicimos siempre.

-¿Cómo fue el proceso de grabación y edición del documental? ¿Se trata de una obra realizada de modo independiente a los organismos del Estado cubano?

-No es una obra ajena al Estado cubano, pero tampoco le pertenece. El Estado facilitó los permisos para filmar. El proceso fue largo y con dificultades porque la moneda perdió el 40% por ciento de su valor en muy pocos días. La pandemia dificultó mucho el movimiento por la ciudad.

-¿Por qué la televisión cubana saca una copia de trabajo no terminada de “La Habana de Fito”? ¿Quién les autoriza a hacerlo? ¿Qué genera este suceso dentro del universo audiovisual cubano?

-Sacan una copia no terminada para castigarme a mí. Estuvieron mucho tiempo pulseando y como no acepté sus propuestas, actuaron con soberbia. De paso, le dañaron la cadena de festivales al documental. Lo sabían porque se los dije, pero actuaron de muy mala fe, en un país que ya no los soporta. (CNN solicitó al Gobierno de Cuba su versión sobre la denuncia de Pin Vilar, pero hasta ahora no ha recibido respuesta). Y la reacción del gremio fue solidaria, pública, masiva y contundente.  Es entonces cuando se producen reuniones que traen a la luz, toda una tradición de censura y exclusión que colma la copa, y es en ese momento que se funda, nace, la Asamblea de Cineastas Cubanos.

-¿Qué se propone esta Asamblea? ¿Es la primera vez que existe una asociación de cineastas independientes en Cuba?

-La Asamblea propone unir a los creadores cinematográficos y romper las fronteras ideológicas entre cubanos, fomentar la discusión abierta sobre muchísimos temas que involucran al cine, a los cineastas y a la sociedad. La dinámica de la Asamblea tiene mucho prestigio dentro de una parte considerable de la sociedad cubana, por su desafío mayor al poder: la transparencia.  Es tan importante lo que representa la Asamblea que, dentro de ella, ya se pueden “leer” diferentes corrientes de pensamiento que participan en nuestras reuniones desde el exterior, directa o indirectamente. El mundo de hoy se conecta en tiempo y espacio con Cuba y con sus intelectuales. Desapareció la demora, la exclusión como castigo de haberse exiliado. Casi todo es inmediato. Y eso favorece a los servicios exteriores. Creo que algunos representantes están conscientes de este panorama y otros no. Por suerte, toda decisión se somete a estudio y votación abierta. Y aunque no es la primera asociación cubana que se intenta, o se crea, me parece que es la que más ha preocupado al poder, porque es la que más lo conoce y la que más archivos y registros visuales conserva.

-A pesar de todos esto “La Habana de Fito” ha participado en varios festivales internacionales. ¿Qué ha ocurrido en Argentina con este documental?

-En Argentina, a nivel de prensa, llegamos a los medios top. Hemos tenido muy buena crítica, y para un documental, en un país que ahora mismo está de cabeza y con el cine como campo de batalla, lograr estrenar en un festival de cine independiente tan importante como el Bafici e inmediatamente después exhibir comercialmente resulta un logro enorme. Exhibimos en 20 salas Cinépolis del país.

-¿Cuáles son las reacciones de la derecha y la izquierda argentina sobre las opiniones de Páez en el documental sobre la Cuba actual?

-La izquierda acrílica, envejecida, lo atacó fuerte. No se lo esperaban porque son ciegos y solo ven como posible la realidad que se inventan.  No es una izquierda que evoluciona. No perdonan a quienes no quieren continuar siendo cómplices de la ruina del país, ni del maltrato a los derechos individuales. En nombre de ninguna utopía no se puede ser cómplice del abuso, ni de la represión. La derecha se sorprende o lo acusa de “llegar tarde” a lo que ellos venían denunciando desde Stalin. Pero la derecha también tiende a inmovilizar la realidad, no gusta mucho de los cambios. Prefiere alentar cierta ilusión antiperonista y Fito es un artista popular, que viene de pueblo. El choque no sólo es ideológico, es también de servicio a la sociedad.

-¿Cree que América Latina, y puntualmente Argentina, conoce la situación del pueblo cubano?

-No la pueden conocer porque la imagen de Cuba está absolutamente hiperbolizada por los medios. Es tanta la necesidad de que pase algo, tantas las presiones de toda índole para que suceda cualquier cambio, que los medios han ido dibujando un país de acuerdo con líneas editoriales, criterios ideológicos, sensacionalismo, y muy contadas veces, mesura. Cuba es muchas realidades frustradas. Muchas realidades que cambiaron, para una vez cambiadas, morir olvidadas e insalvables. Recuerdo las fotos de las vidrieras de las tiendas en las Navidades de 1958. Debajo de la vitrina adornada con bombillas de colores y regalos, dormían en la calle los mendigos. 65 años después, puedo tomar la misma foto, con los mismos mendigos, pero con las vidrieras rotas, abandonadas, sucias. Irónicamente, el saldo actual del socialismo cubano son dos épocas que se contraponen y se parecen: Antes y después de 1959.